La fotografía de paisaje muestra en la mayoría de ocasiones entornos idílicos y llenos de color, composiciones de libro con horizontes y demás elementos situados en los puntos fuertes de una imagen, respetando la regla de los tercios de la fotografía.

Pero hay ocasiones en las que merece la pena romper estas normas, eliminar el color de un paisaje con la intención de que éste pase a un segundo plano, para pasar a formar parte de un simple fondo. Es entonces cuando este ambiente se convierte en un contenedor de estructuras imposibles, no hay limite en formas ni hay gravedad que derribe estas estructuras impracticables para una arquitectura realista.

Son edificios inhabitables, colocados en enclaves en los que jamás se ubicarían, chocando la dureza del hormigón con las texturas orgánicas de un paisaje.

En la fotografía de arquitectura, el edificio y el terreno en el que se ubica mandan, pero en la fotografía de autor somos libres de modificar la realidad para crear un espacio que realmente nos habría gustado visitar y fotografiar.